Portal Ecclesia
A Igreja Ortodoxa Atualizações e notícias Seleção de textos Subsidios homiléticos para Domingos e Grandes Festas Calendário litúrgico bizantino Galeria de Fotos Seleção de ícones bizantinos Clique aqui para enviar-nos seu pedido de oração Links relacionados Clique para deixar sua mensagem em nosso livro de visitas Contate-nos
 
 
Biblioteca Ecclesia
 
 
 

São Clemente de Roma
(papa de 90 a 100 aproximadamente)

ANTOLOGIA

Carta aos Coríntios, § 24-29

«A menina não está morta: ela dorme»

Reparemos, meus bem-amados, como o Senhor não cessa de nos mostrar a ressurreição futura da qual ele nos deu as primícias ressuscitando dos mortos o senhor Jesus Cristo. Consideremos, bem-amados, as ressurreições que se cumprem periodicamente. O dia e a noite fazem-nos ver uma ressurreição. A noite deita-se, o dia levanta-se; o dia desaparece, a noite surge. Olhemos os frutos: como se fazem as sementeiras, o que é que se passa? O semeador sai, deita na terra as diferentes sementes. Estas caiem, secas e nuas, sobre a terra e desagregam-se. Depois, a partir desta decomposição, a magnifica providência do Mestre as faz reviver e um só grão multiplica-se e dá fruto… Acharemos pois estranho e extraordinário que o criador do universo faça reviver aqueles que o serviram fielmente e com a confiança de uma fé perfeita?...

É nesta esperança que os nossos corações se agarram àquele que é fiel às suas promessas e justo nos seus juízos. Ele, que ordenou que não se mentisse, com mais forte razão não mente ele próprio. Nada é impossível a Deus, excepto mentir. Reavivemos pois a nossa fé nele e consideremos que tudo está ao seu alcance.

Com uma palavra do seu poder total, formou o universo, e com uma palavra ele pode aniquilá-lo… Ele faz tudo quando e como quer. Nada se afastará jamais daquilo que ele decidiu. Tudo está presente em frente dele e nada escapa à sua providência.

* * * * *

De la Carta de a los Corintios,
(Cap. 7, 4 - 8, 3; 8, 5 - 9, 1; 13, 1 - 4; 19, 2:
Funk 1, 71 - 73. 77 - 78. 87)

«Convertíos»

«Fijemos con atención nuestra mirada en la sangre de Cristo, y reconozcamos cuán preciosa ha sido a los ojos de Dios, su Padre, pues, derramada por nuestra salvación, alcanzó la gracia de la penitencia para todo el mundo.

Recorramos todas las generaciones y aprenderemos cómo el Señor, de generación en generación, «concedió un tiempo de penitencia» a los que deseaban convertirse a él. Jonás anunció a los ninivitas la destrucción de su ciudad, y ellos, arrepentidos de sus pecados, pidieron perdón a Dios y, a fuerza de súplicas, alcanzaron la indulgencia, a pesar de no ser del pueblo elegido.

De la penitencia hablaron, inspirados por el Espíritu Santo, los que fueron ministros de la gracia de Dios. Y el mismo Señor de todas las cosas habló también con juramento de la penitencia, diciendo: «Vivo yo» - dice el Señor - «que no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta», añadiendo aquella hermosa sentencia: «Arrepentíos, casa de Israel, de vuestra iniquidad; di a los hijos de mi pueblo: Aun cuando vuestros pecados alcanzaren de la tierra al cielo y fueren más rojos que la escarlata y más negros que un manto de piel de cabra; si os convirtierais a mí con toda vuestra alma y me dijerais «Padre», yo os escucharé como a un pueblo santo».

Queriendo, pues, el Señor que todos los que él ama tengan parte en la penitencia, lo confirmó así con su omnipotente voluntad.

Obedezcamos, por tanto, a su magnífico y glorioso designio, e implorando con súplicas su misericordia y benignidad, recurramos a su misericordia y convirtámonos, dejadas a un lado las vanas obras, las contiendas y la envidia que conduce a la muerte.

Seamos, pues, humildes, hermanos, y deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y arrebatos de ira, cumplamos lo que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: «No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, sino el que se gloría, gloríese en el Señor, para buscarle a él y practicar el derecho y la justicia», especialmente si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús, aquellas que dijo enseñando la benignidad y longanimidad; dijo, en efecto: «Compadeceos y seréis compadecidos; perdonad para que se os perdone a vosotros. De la manera que vosotros hiciereis, así se hará también con vosotros. Como diereis, así se os dará a vosotros; como juzgareis, así se os juzgará a vosotros; como usareis de benignidad, así la usarán con vosotros; con la medida que midiereis, así se os medirá a vosotros».

Que estos mandamientos y estos preceptos nos comuniquen firmeza para poder caminar con toda humildad en la obediencia de sus santos consejos. Pues dice la Escritura santa: «En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido, que se estremece ante mis palabras».

Como quiera, pues, que hemos participado de tantos, tan grandes y tan ilustres hechos, emprendamos otra vez la carrera hacia la meta de paz que nos fue anunciada desde el principio y fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador del universo, acogiéndonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz.

Mais sobre São Clemente de Roma em SOPHIA.

 

Voltar à página anterior Topo da página
NEWSIgreja Ortodoxa • Patriarcado Ecumênico • ArquidioceseBiblioteca • Sinaxe • Calendário Litúrgico
Galeria de Fotos
• IconostaseLinks • Synaxarion • Sophia • Oratório • Livro de Visitas